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miércoles, 15 de agosto de 2012


Adeu Barcelona. Bonjour París.



En el año 2001 me instalé en Barcelona. Por aquel entonces iba con la idea de estar allí al menos los 3 años que duraran mis estudios de ilustración, pero sin darme cuenta empezó a pasar el tiempo y de repente llevaba allí una vida. Una parte muy importante de mi vida. Durante ese tiempo, pese a lo bueno y lo malo y haber querido huir mil veces asumí que era aquella la ciudad que me gustaba, la ciudad donde quería estar, en definitiva mi ciudad.

A pesar de todo intenté convencerme hace unos años que tenía que salir de allí, conocer mundo y moverme por aquello que dicen que nadie es profeta en su tierra, pero ahora que había encontrado mi sitio empezar de cero se me hacía duro y o mis convicciones no eran demasiado fuertes o simplemente nunca encontré el momento adecuado. Hasta el mes pasado.

El 4 de julio, después de 11 años dejé Barcelona. No sé si definitivamente o no, eso es algo que prefiero no plantearme, pero me marché. Fue una decisión que no me costó en absoluto tomar, por el contrario  una de la más difíciles de asumir de toda mi vida. Dejé atrás a mis amigos, dejé atrás mi vida, mi rutina, mi día a día, la vida inestable que tanto odiaba y que por otro lado me hacía sentir tan segura para empezar la aventura en la que hoy me encuentro. Lloré tanto los últimos días que cualquiera diría que me venía por iniciativa propia, lloré tanto dejando Barcelona de camino a Málaga y dejando Málaga de camino a París que dicen que se han formado dos nuevos ríos bastante caudalosos que conectan estas tres ciuades, sin embargo desde que llegué aquí y a Dios gracias no he vuelto a llorar.

He cambiado el catalán y el castellano por el francés que aún no hablo, he pasado de tener mil amigos a mi alrededor y mi pareja a 1000km a estar con mi pareja todo el día y no conocer practicamente a nadie en todo el país, he cambiado el trabajar día y noche por estudiar 4 horas diarias en una escuela de idiomas y hacer deberes, he cambiado el calorazo por el tiempo perfecto (aunque no nos engañemos esto va a durar muy poco y cuando eso ocurra habré cambiado el paraíso por las continuas lluvias y el frío), he cambiado el palacio de Avinyó en pleno centro de la ciudad por una casa con jardín al lado de un bosque (hasta que encontremos casa en París), he cambiado la independencia absoluta por la total dependencia aunque a cambio estoy disfrutando unos meses de la tranquilidad que necesitaba y que nunca tuve, he cambiado el pescado por las tartas de manzana y los pain au raisin, he cambiado la tranquilidad de una vida inestable por el miedo y la inseguridad que da el comenzar de cero en un sitio nuevo, donde no tengo amigos, donde aún no tengo casa, donde no tengo trabajo y donde aún no me entiendo con la gente, pero donde por fin pese a todo me siento motivada y con unas ganas increíbles de comenzar.

Ayer hizo un mes que llegué aquí y entre que tengo casi todas mis cosas en cajas, que hace un tiempo estupendo y que estoy en Piscop, un pueblo a 20 minutos al norte de París donde no puedo ir andando ni a la estación del tren, en mi casa de acogida, una casa superchula con jardín al lado de un bosque, pues la verdad es que estoy aún como el que está de vacaciones, fenomenal!

Me he tomado un mes, el tiempo necesario para desetresarme, para tomar contacto con lo que me rodea, para que se me vaya haciendo el odio y el cerabro, para sentirme cómoda y segura, para tomar conciencia de que estoy aquí viviendo, para conocer la flora y fauna, y para rebuscar en mis cajas y sacar el material necesario para trabajar y volver a mi rutina, mis proyectos y poner en marcha mi blog de aventuras, ése que nunca conseguí después del maldito fotolog y que ahora más que nunca necesito.

Aquí empieza pues mi blog de aventuras y desventuras, un blog de anécdotas, vivencias, experiencias y sobre todo muchas morilladas, el blog de la recién bautizada Madmoiselle Morillas.

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